Aunque de niña mostró su afición por el canto, el rasguear de su voz y el falsete característico que logró imponer en sus canciones en sus mejores momentos tuvo su auge a partir de los años treinta, cuando se especializó en temas del folclore mexicano. Aún era muy pequeña cuándo quedó huérfana de padre. El apellido Reyes lo tomó del segundo esposo de su madre, quien se hizo a cargo de ella hasta que llegó a la adolescencia. Durante sus pinitos como cantante, y en su estado natal, obtuvo el título de Reina del Mariachi, y poco después junto con su familia se trasladó a la Ciudad de México, donde habitaron una modesta vivienda en la colonia Morelos, pero la mala situación económica que en ese momento pasaban sus padres, le impidió terminar su educación primaria; luego se integró al coro de la Iglesia del Carmen.
La carrera profesional de Lucha Reyes se inició a los trece años, debutando en una carpa que estaba ubicada en la plaza de San Sebastián, cerca de su casa. Ahí con el paso de los meses llegaría a alternar con figuras de la comicidad como Amelia Wilhelmy, José Limón y los hermanos Acevedo. En 1920 viajó a los Estados Unidos para estudiar canto y desarrollar sus aptitudes como soprano, sin embargo, fue contratada para una gira por varios estados de aquél país, cosechando triunfalmente sus primeros aplausos. Precisamente durante ese recorrido conoció al periodista Gabriel Navarro, con quien poco después contraería matrimonio. Lucha estaba por tener a su primer hijo cuando sufrió un aborto que la hizo perder el bebé. A partir de esta tragedia el hombre de su vida comenzó a tratarla despectivamente, trayendo consigo el inevitable divorcio.
Atormentada por el alcohol
Después de una larga temporada en los Estados Unidos y cuando Lucha regresó a México, formó, junto con las hermanas Ofelia y Blanca Ascencio, el trío Reyes-Ascencio, aunque ya para entonces su adicción por las bebidas alcohólicas y sus continuos incidentes bochornosos durante sus presentaciones, la llevaron a ser lanzada del trío y ser substituida por la cantante Julia Garnica (triunfando ellas como el trío Garnica-Ascencio, durante sus presentaciones en el teatro Lírico y en la radiodifusora de la XEW). A pesar de que Lucha se sentía desilusionada por el rechazo de sus compañeras, en 1927 reinició su búsqueda a la fama, uniéndose al Cuarteto Anáhuac, con el que realizó una gira por Alemania, integrándose a la vez a la compañía de Juan Nepomuceno Torreblanca. Estando en Berlín, capital alemana, Lucha pescó una fuerte infección el garganta que la hizo retirarse durante un año de su actividad como cantante, pero la falta de dinero y las preocupaciones la hicieron retornar a la actividad. Lo inesperado fue que debido a la infección sufrida su voz se tornó rasposa y desgarrada, imponiendo un estilo agresivo a sus interpretaciones, con el que lograría una plena identificación.
La presencia de Lucha Reyes
A partir de 1928 Lucha Reyes emprendió por el sendero de la interpretación vernácula de manera solista. Un año después inició su mejor etapa como artista, creando un estilo personal y logrando sonado éxitos como "La Tequilera", "¡Ay Jalisco no te rajes!", "El Corrido de Chihuahua", "El Herradero", "La Panchita", "Traigo un amor", "Juan Colorado", "El Castigador", "Rayando el sol", "Caminito de Contreras" y más. En 1930 el empresario Frank Founce la contrató para varios conciertos en el escenario del teatro Million Dollar, de Los Ángeles.
No era hermosa, pero llegó al Cine
Aunque Lucha no poseía una gran belleza, su rostro y presencia llamaron la atención de algunos productores de cine, incluyéndola en películas como Canción del alma (1937), al lado de Vilma Vidal y Rafael Falcón; La tierra del mariachi (1938), con Consuelo Frank; Con los dorados de Villa (1939) con Domingo Soler, Pedro Armendáriz y Susana Cora; El zorro de Jalisco (1940) con Pedro Armendáriz y Emilio "Indio" Fernández; ¡Ay Jalisco no te rajes! (1941), con Jorge Negrete, Gloria Marín.
Lucha Reyes causaba tumultos en los lugares donde se presentaba. Colocada como el centro del escenario y con una botella de tequila en la mano, cantaba de manera espectacular. En cierto momento levantaba la botella y le daba un grueso trago que servía para sacar la voz cuando sentía que se le hacía un nudo en la garganta. En los últimos años de su vida, comenzó a buscar el alcohol como bebida esencial. En ocasiones su borrachera estaba tan acentuada que le impedía salir al escenario a pesar de ser la figura principal de la compañía y los espectáculos del empresario Paco Miller.
Bebiendo con desenfreno
Desde la segunda semana del mes de mayo de 1944, Lucha Reyes arrastraba una profunda depresión que se había manifestado tras la muerte de la señora Francisca Cervantes, madre de su primer marido, también fallecido. La pena acumulada le había afectado de tal manera que ni el tequila ni otras bebidas alcóholicas a las que se había aficionado le hacían olvidar su tristeza.
El público que asistía con gusto a los teatros y a las carpas a disfrutar de sus actuaciones, sabía que para acentuar su característica voz rasposa acostumbraba, como parte de su presentación tomar un grueso trago de tequila, pero esta afición en los últimos meses de su vida se le convirtió en una enfermedad que la estaba consumiendo, llevándola (en las dos semanas siguientes a la muerte de su ex suegra) a encerrarse en su recámara para tratar de soportar la tristeza, acompañados desde luego sólo con una botella de ardiente tequila.
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Sin Ganas de Vivir
Lucha ya había perdido las ganas de vivir, sin importarle que a su hija María de la Luz Martínez Cervantes, de once años de edad, también estuviera sufriendo viéndola como se destrozaba físicamente. Pese a ello, el día 23 de Junio, las actitudes de la cantante hacían suponer que ya se estaba recuperando su ánimo de vida. Había dejado de beber y aunque su andar era con paso inseguro, su hija confiaba en que los diez día anteriores de tristezas habían terminado. Para Lucha, con lentitud deambulada por el interior de su casa, contrariamente apenas empezaba su verdadera tragedia. Trataba de mantener la lucídez de sus pensamientos, que en momentos la hacían refugiarse en una silla o sillón en busca de reflexiones. Había llamado a su hija para mandarla a la botica en busca de un frasco de medicinas. María de la Luz nunca imaginó que esos barbitúricos servirían para que su madre pusiera fin a su existencia. Por el contrario, creía que los barbitúricos serían un remedio para aliviar ese amargo sufrimiento.
Retrato de una tragedia
A las 13:00 horas del 24 de junio, Lucha Reyes (que aún mantenía vigente la pena por la pérdida de su ex suegra) se encontraba sola en su alcoba, sostenía el frasco con las pastillas que minutos antes le había comprado su hija. Destapó el recipiente, y una por una fue ingiriendo veinticinco de las cuarenta tabletas que contenía, mismas que al mezclarse con los residuos del tequila bebido en días anteriores multiplicaron su efectividad. Aún consciente de todo lo que hacía, colocó el frasco con el restante de las pastillas sobre una mesa, cerró los ojos y suspiró antes de acostarse para conciliar el sueño. Sabía de antemano que una vez que entrara el letargo jamás volvería a despertar. Empezó a buscar el descanso eterno que llegaría un par de horas después.
La escena mejor actuada de la artista
Habían transcurrido varias horas desde que Lucha entrara en agonía cuando su hija, sin imaginar la tragedia que cernía en su hogar, comenzó a preocuparse de que no se despertara, sobre todo porque no era habitual que Lucha Reyes durmiera durante el día. María de la Luz aún era niña, pero alcanzaba a comprender que la situación en la que estaba su madre no era normal. Entró a la habitación donde estaba su madre y de inmediato detuvo su mirada en el frasco de barbitúricos que horas antes había comprado, pero al descubrir que el frasco estaba semivacío, comprendió que su madre había ingerido casi todos. Sumamente asustada sacudió a Lucha Reyes tratando de despertarla:
- ¡Mamá!, ¡Mamá...! ¡Qué te pasa! ¡Despierta!
Su cuerpo flácido e inerte anunciaba como un relato macabro la proximidad de una irreversible tragedia: la muerte. María de la Luz salió de la casa presurosa en busca de sus tíos Carmen Reyes y Manuel Flores, quienes vivían a unas calles de distancia. Ante la gravedad que Lucha Reyes presentaba, de inmediato llamaron a una ambulancia de la Cruz Roja.
El final de la cancionera
El final de la cancionera
A las 16:30 horas, aún inconsciente y con los signos vitales débiles, Lucha Reyes llegó a un hospital de las calles Durango y Monterrey. Ahí varios médicos trataron de arrebatarla de la muerte. En un esfuerzo admirable, los galenos le aplicaron varios lavados intestinales intentando detener la acción mortal de la sobredosis de barbitúricos.
Varias horas permaneció en observación sin que lograra salir del estado comatoso de gravedad en el que se encontraba. Según el reporte médico le fueron aplicados cuatro lavados estomacales, además de inyectarle Estricnina y Coramina, tratando con ello de anular el efecto de las pastillas.
Así mismo se le colocó una mascarilla con oxígeno y se le aplicó una tranfusión sanguínea. Por desgracia, todos los esfuerzos fueron inútiles. A las 02:20 horas del 25 de junio de 1944, sin haber salido de su larga agonía, Lucha Reyes dejó de existir.
El procurador de justicia autorizó la dispensa en la autopsia del cadáver para que Carmen Reyes y Manuel Flores trasladaran el cuerpo de la admirada cantante hasta una agencia funeraria.
Durante todo ese día, y en las primeras horas del día siguiente, la capilla ardiente donde fue colocado el cuerpo de Lucha Reyes estuvo visitada por un numeroso público, cuyo único fin era despedirse de la cancionera. En el Panteón Civil de Dolores, donde serían trasladados los restos el día 26, estaba reunida una multitud de personas en espera del féretro. Hasta ahí llegaron las más famosas cancioneras de la época y algunos de sus más fieles amigos, entre ellos Matilde Sánchez "La Torcacita", Jorge Negrete, Pituka de Foronda, Mario Moreno "Cantinflas" y varios artistas del Cabaret Casablanca. En la agencia funeraria antes de que el féretro fuera cerrado para siempre, el escultor y pintor Arturo Garres, admirador y amigo fraterno de la artista, sacó una mascarilla de su rostro con el que esculpiría una escultura.
Minutos después el ataúd fue trasladado al Panteón, y bajo los acordes de "La Tequilera", "Guadalajara" y "La Panchita", rúbricas musicales de Lucha Reyes, fue sepultado en una tumba del lote de actores.