Historia del panteón |
En el Colegio Apostólico de San Fernando, de misioneros franciscanos de Propaganda Fide, poco a poco se fue evitando la sepultura de cadáveres dentro de la iglesia y se comenzó a utilizar el espacio del atrio frente a la puerta. Este cementerio atrial fue utilizado ampliamente durante más de medio siglo, y las tumbas ahí localizadas no tenían nombres ni fechas; eran simplemente, lápidas anónimas. En un principio, los únicos con derecho a ser sepultados en el panteón fueron frailes fernandinos, benefactores de la iglesia y personas de altos recursos económicos. El uso del panteón atrial de San Fernando en esos años aún era esporádico, por lo que el panteón tuvo una extensión muy reducida.
Hacia 1832 se comenzó la construcción del actual Panteón de San Fernando, mediante la gestión del síndico del convento, don Ignacio Cortina Chávez, y gracias a los cobros que ya se realizaban. Al ser el Panteón de San Fernando el más caro de la ciudad, rápidamente pudo financiar su construcción. En 1833, el general Antonio López de Santa Anna decretó que todos los cementerios privados de la ciudad debían ser abiertos al público en general, debido a la fuerte epidemia de cólera que azotó a la población. A partir de entonces, San Fernando inició sus servicios como panteón público, aunque se prohibió aquí el entierro de enfermos del cólera.
Durante las siguientes dos décadas, la fama del Panteón de San Fernando fue subiendo. Como era un cementerio pequeño, limpio y ordenado, pronto fue escogido por las familias de clase alta como el sitio adecuado para su sepultura. Debido a esto, los precios de los servicios fúnebres en San Fernando fueron subiendo, y en pocos años, sólo la gente más rica y poderosa de la sociedad podía pagar su inhumación en este lugar. Es por esto que en San Fernando podemos observar las tumbas de políticos, militares, gobernantes y personalidades de la sociedad del siglo XIX. La mejor época de San Fernando estuvo entre 1850, cuando otra epidemia de cólera incrementó los entierros en el panteón, y 1870, época en que ya existían otros panteones en distintos puntos de la ciudad, como los de Campo Florido, Los Ángeles, La Piedad y San Antonio de las Huertas, cementerios todos desaparecidos en la actualidad.
El Panteón de San Fernando había sido propiedad de los frailes fernandinos, quienes se encargaban de realizar los entierros, las misas, los altos cobros y de mantener limpio y en orden al pequeño panteón. Su fama fue mucha entre la sociedad de la ciudad de México. Sin embargo, el 31 de julio de 1859, el gobierno liberal de Juárez expidió una de sus leyes de Reforma: la de la secularización de los cementerios, mediante la cual todos los panteones del clero pasaban a ser propiedad del gobierno. Esta ley se pudo aplicar hasta 1860, cuando terminó la guerra de Reforma y el gobierno de Juárez entró a la ciudad.
A partir de entonces, el ayuntamiento administró este panteón, y al ver que ya se encontraban aquí enterrados grandes personajes ilustres, el gobierno lo declaró Panteón de Hombres Ilustres. Desde ese año, otros grandes héroes y políticos fueron enterrados en San Fernando, como Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada, Ignacio Comonfort e Ignacio Zaragoza. San Fernando fue el primer panteón de hombres ilustres que hubo en toda la ciudad de México. Con el tiempo, San Fernando se encontraba prácticamente a la mitad de su capacidad, y se pensaba en ampliarlo, cuando un decreto del presidente Juárez ordenó la clausura de todos los cementerios que se hallaran dentro de los límites de la ciudad. Esto con la finalidad de sacarlos a las poblaciones cercanas, como sucedió con el Panteón Civil de Dolores en los rumbos de Chapultepec y Tacubaya. En 1872 se reabrió el panteón para el último entierro registrado, sucedió en 1872, precisamente cuando el presidente Benito Juárez fue sepultado en este sitio.Después que el presidente Sebastián Lerdo de Tejada ordenó la construcción de la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón Civil de Dolores, San Fernando quedó cerrado y su finalidad era sólo la de conservar los restos de las personas ilustres ya enterradas ahí; así permaneció durante el porfiriato, hasta que en 1900 se planeó su destrucción para construir un monumental “Panteón Nacional”, a espaldas de él, en la actual calle de Héroes, que tomó su nombre de este proyecto. Parecía que el Panteón Nacional sería terminado con éxito, pero el estallido de la Revolución Mexicana y una mala cimentación de la cripta central impidieron que fuera construido en su totalidad. San Fernando perdió algunos muros por esta obra, pero sobrevivió al pasar los tiempos de caos en el país.
En 1935, el Panteón de San Fernando fue declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y en 1968 recibió una magna restauración en ocasión de los Juegos Olímpicos celebrados en México. Durante los años setenta y ochenta, el panteón sufrió diversas modificaciones ligeras, por la celebración de los centenarios luctuosos de Juárez y de Francisco Zarco, así como por el terremoto de 1985. Para 1997, con el cambio de régimen político en el Distrito Federal, se puso bajo la administración del gobierno del Distrito Federal, que el 31 de mayo del 2006 lo convirtió en museo de sitio, bajo la tutela de la Secretaria de Cultura del Distrito Federal.
Huespedes distinguidos en el Panteón de San Fernando
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