Traficando con miembros Humanos 1.



El cadáver de Charles Chaplin

En 1977, tres meses después de su muerte, el cuerpo de Charles Chaplin fue robado por una extravagante banda de delincuentes formada por mecánicos búlgaros. Su intención era pedir un cuantioso rescate, aunque al final no vieron ni un triste euro, porque fueron arrestados once semanas más tarde por la policía. Actualmente, los restos del gran cineasta están enterrados bajo una gruesa capa de 180 cm de cemento, para evitar que haya más profanaciones.


Un escroto tasmano

Al morir en 1876 el último varón aborigen de pura sangre de Tasmania, conocido popularmente como King Billy, un médico inglés robó la bolsa escrotal para utilizarla como saquito para guardar el tabaco. Sin comentarios. Actualmente, la pieza ha sido donada a un muse local donde queda como ejemplo de algunas de las atrocidades cometidas por el colonialismo.


El corazón de Thomas Hardy 
Existe una leyenda que afirma que cuando se disponían a embalsamar el cuerpo del escritor británico Thomas Hardy (autor de Lejos del mundanal ruido), su corazón fue devorado por un gato que correteaba por el sótano del cirujano. El órgano, según cuentan, fue sustituido por el de un cerdo sin que la familia se diera cuenta.



El diente de Galileo

Hasta en la ciencia existe el fetichismo. En 1737, los restos del célebre científico fueron exhumados para trasladarlos a la basílica de Santa Cruz de Florencia. Y el caso es que, durante la operación, varios discípulos del sabio se quedaron con una pieza dental para poder rendirle honores.


El pene de Jon Dillinger

Dicen que el miembro viril del célebre gánster alcanzaba los 50 cm en erección. Tras ser acribillado a tiros por el FBI (cuando salía de un cine de ver una película de Clark Gable curiosamente titulada El enemigo público número uno), el forense que hizo la autopsia le amputó el falo y se lo vendió años después al instituto Smithsonian de Washington. Algún día habrá que estudiar qué oscuros deseos despertaba ese órgano mutilado, porque el pene fue sustraído misteriosamente en 1972 del museo. El robo jamás fue aclarado.


         El oído de Beethoven

Durante la autopsia al cadáver de Ludwig van Beethoven se le extirparon los huesos temporales de los oídos, para estudiar las causas de su sordera. En esta ocasión tampoco faltó un espabilado cerca, en este caso un tal Anton Dotter, ayudante de uno de los forenses, que se quedó con dichos huesos cuando finalizó el examen médico. Se sabe que Dotter sacó una buena suma vendiéndoselos luego a otro doctor extranjero. Como en otros casos, de los restos... si te he visto, no me acuerdo.

El pene de Napoleón

Tras la muerte de Napoleón Bonaparte, Paul Vignali, un clérigo que fue su enemigo personal, ordenó que le amputaran el pene, al parecer de pequeño tamaño, para así ridiculizar la figura del emperador y contribuir a destruir su mito. El miembro estuvo en posesión de la familia Vignali durante muchos años. En 1999 fue vendido por cuatro mil dólares en una subasta a John Lattimer, un estadounidense de profesión urólogo. Hay que decir que s elo enseña a todas sus visitas. Detalle de bastante mal gusto, ¿no creen?

El seno de Marilyn

En el universo del tráfico de reliquias humanas, la realidad y la ficción se mezclan con frecuencia. Así, circula una leyenda que afirma que al cadáver de Marilyn Monroe le amputaron un seno en el depósito de cadáveres para vendérselo a un millonario que era admirador suyo. Se dice también que el pecho desaparecido fue sustituido luego por uno artificial. Sinceramente... dudamos de la veracidad de esta historia, pero si alguien conoce más datos al respecto, que nos los haga llegar.


La cabeza de Oliver Cromwell



La cabeza momificada del político británico (decapitado por sublevarse contra la monarquía) fue exhibida a la entrada de la Abadía de Westminster hasta que un día cayó al suelo y el soldado que hacía guardia se la llevó para venderla. El trofeo fue exhibido en ferias ambulantes y pasó por varias manos, entre ellas las del actor Samuel Russell, quien cobraba una libra por enseñarla, y las del doctor Thomas Wilkerson, quien tenía la macabra costumbre de pasear con el resto clavado en un palo. Imaginamos que espantaría a todos los transeuntes.

La testa de Enrique IV



Albricias, por fin un resto recuperado. Se trata de la cabeza del rey Enrique IV de Francia, asesinado a puñaladas en 1610. Su tumba fue saqueada durante la Revolución Francesa, y el resto fue robado, pasando de las manos de un dueño a otro hasta que en 1947 cayó en poder de un pintor de Montmartre. Durante décadas, el artista trató de convencer a las autoridades del Louvre de que aquella era la testa desaparecida del monarca, pero nadie le creyó. Hasta que el pasado diciembre el historiador Philippe Charlier analizó el resto y pudo demostrar su autenticidad.